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Del libro Las Alegrias de Job
Extracto del capítulo La envidia de los ángeles caídos, página 84
Job se convierte en un hombre completo cuando aprende que todo lo que le hacía sufrir, de pronto tiene “otro lado”, y se presenta “doble”. Y porque ese real presentimiento ha vivido en él desde siempre, es por lo que ha tenido la fuerza de rebelarse. La naturaleza, los animales no son rebeldes. La naturaleza no peca; el ser humano peca para que surja el sentimiento de sublevación. Como se muestra en las conversaciones de Job con sus amigos y luego con Dios. En realidad, es una provocación, una “invitación al baile”, podríamos decir. Todo lo que tiene mal aspecto en la vida, es solo el grito de Job: ¡No soporto lo que me pasa! Toda agresión en el ser humano es un grito: ¡Es insoportable, no aguanto mi destino! ¡No veo futuro! Toda enfermedad es ese grito de Job: ¡No lo entiendo! – Pero bien entendido, es la rebelión lo que le lleva a la conversación, aunque perciba esta rebelión como algo negativo porque nadie puede ser feliz sufriendo agresiones. Todo lo contrario, es la infelicidad total. No entiende que aprender a conocer esa dualidad es una especie de condición. Que sufra el sacrificio de Dios y que solo así estará a imagen de Dios. El ser humano, en la imagen de Job, experimenta en lo sucesivo que es verdaderamente divino, que es como Dios, que ha subido a Dios y que se ve enfrente de Él; pero ya no como “enemigo”, sino como “amado”. Por esta razón se le llama a Job también “hijo de David”, porque el nombre “David”, dud, significa “amado”. El hijo de David es aquel que está al final del camino.
Allí el ser humano se da cuenta de que es falsa modestia pensar que “soy poca cosa, Dios es el todo”. Porque con ello niega su propia unidad. Unidad como Dios es Uno. El árbol de la vida es el árbol del Ser y del devenir. Como ets pri osé pri (Génesis 1,11) es el árbol que es fruto y hace fruto, es decir, el fruto ya está y al mismo tiempo se hace, está madurando. Pero el ser humano toma el fruto del árbol del conocimiento, del ets osé pri (Génesis 1,12) que solo hace fruto, es decir, solo quiere saber del devenir. La conversación con Satanás, con la serpiente, es la invitación al camino, que se convertirá en un camino y es el devenir. Al andar ves que te estás acercando, de pronto ves el sentido del todo. En el relato de Job, aprendemos cómo recuperar de nuevo el todo. Se ve enfrente de Dios y enfrente de Satanás, el enemigo, y ve que en sus raíces son una unidad, que es él mismo: aprende a conocer la unidad. Yo creo que el camino de Job corresponde también a la “vía dolorosa” del cristianismo
Es el camino del sufrimiento de Jesús, un camino de dolores, de ofensas, de flagelaciones, de la caída y del levantamiento. Y al final del camino está la salvación, viviendo “la tormenta” y diciendo: ¿No puede pasar este cáliz? ¿Por qué me has abandonado? – Es el camino del ser humano y creo que usamos medidas equivocadas cuando decimos que no debe ser así, que debemos cambiarlo. En este camino solo podemos ser compañeros, en el sentido de que cada uno junte su vida con la vida del otro.
Este camino conlleva mucho sufrimiento y mucha inseguridad. Pero quizás significa estar a imagen de Dios. Decir que es el camino de Jesús y que por tanto nos ha salvado, es demasiado fácil. Se olvida la compasión, que somos sus compañeros de camino, como él es compañero nuestro. No se trata de un asunto histórico, se trata del Ser y del devenir en unidad. El árbol de la vida es el Ser y el devenir. Tener la seguridad de que pertenezco al Padre en el Ser y estoy en el camino; y que los dos lados, de hecho, son una unidad.
Un aspecto del camino es que veamos siempre una especie de pánico final. La Biblia hebrea termina con el hundimiento del Templo y en el Nuevo Testamento es el pánico del abandono, del que hemos hablado ya. El camino del ser humano tiene también ese umbral hacia la muerte, hacia la nada, el umbral en el pánico del abandono, de no ser entendido. En ese momento cada uno está solo, y solo así a imagen de Dios. De la misma forma que Job al final, está solo frente a Dios. Es un aspecto del relato de Job que debemos comprender, para no caer en utopías y creer que tenemos la solución, si nos imaginamos alguna cosa satisfactoria. Ninguna escuela puede dar la solución; solo nos mostrará en el camino cuán limitada es.
seguirá…