En la tradición, es decir, allí donde la Biblia se transmite de generación en generación, de tiempo en tiempo, encontramos bastante sobre la sistemática de la profecía y de las profetisas. ‘’Sistemática’’ en este sentido quiere decir que existe una relación. En toda libertad existe también una estructura que nos da la certeza de algo permanente. De no existir ninguna estructura, el mundo podría desaparecer de pronto. Pero tenemos el sentimiento y la certeza de que todo sigue, es más, de que lo reconocido como estructura, funciona.
La búsqueda de una sistemática que muestra conexiones y el encuentro de una estructura es algo muy esencial. Quien no tenga ninguna necesidad de ella podría inclinarse al caos, a la destrucción, porque las certezas no le gustan. Lo que llamamos fidelidad en la vida, no le gusta. Y la palabra hebrea que designa ‘’fidelidad’’, es también la palabra de fe y de confianza. La fidelidad tiene una estructura. Puede decirse que la reacción no será caótica – con o sin fidelidad – y que no será arbitraria.
Por tanto, las estructuras muestran seguridades, dan el sentimiento de algo verdadero que sigue por todos los tiempos, y que no se altera por la desaparición, bien sea en el tiempo o en el espacio. La estructura del cuerpo humano, la estructura de los genes, las estructuras materiales, la astronomía, en todo lugar se siente que hay una ley: es un regalo, funciona, puede confiarse. Lo mismo vale para la profecía, no es necesario pues entrar en especulaciones. Si la tradición habla de las profetisas en un séptuplo, recordamos seguramente la estructura de la creación: los seis días y el séptimo. Y en correspondencia con los siete días de creación, conocemos los siete planetas de los que se habla en la antigüedad, o las siete formas de crecimiento, plasmadas en la Biblia, o también los siete metales o las siete letras dobles, en la estructura del alfabeto hebreo.
La estructura del séptuplo aquí significa que hay certeza. Puede contarse con que está, aunque quizás distante en el tiempo o el espacio, pero se puede tener una relación, a pesar de todo. En la tradición se encuentra el siete también en la profecía, en las siete profetisas. Como he dicho ya, la profecía no tiene nada que ver con la esperanza de averiguar algo sobre el futuro. Aunque haya alguien que pudiera predecir el futuro, lo venidero vendrá y pasará, sin duda. Yo, sin embargo, quisiera hablar de aquello que permanece, tengo anhelo de una comunicación desde la eternidad. Porque creer es confiar en la fidelidad del Eterno, que no me defrauda, que permanece.
Por tanto, contrariamente a las verdades de acontecimientos temporales que un buen reportero puede relatarnos, la profecía nos comunica una especie de verdades fidedignas, válidas en todos los tiempos y mundos y que, además, son inalterables. En nuestro anhelo de fidelidad, en nuestra añoranza de regalar y recibir amor, podemos esperar esta fidelidad eterna.
Si ahora les doy el nombre de las siete profetisas, quisiera al miso tiempo presentarles la estructura de ese séptuplo, como nos es transmitido desde la antigüedad. Porque el siete es dividido en dos grupos de tres y un séptimo, de tal forma, que cada grupo de tres aparece como un triángulo con la punta hacia abajo.