Las raíces de nuestro comportamiento

Las causas y los orígenes del comportamiento, sin embargo, están ocultos al pensamiento. Analizando estas palabras, debe llegarse a la conclusión de que el comportamiento, en realidad, no es predecible.

Hemos hablado con anterioridad del hecho de que allí donde el pensamiento se despliega y se produce en tiempo y espacio, estamos en la esfera del árbol del conocimiento, del árbol que produce el fruto. De ese tema he escrito ampliamente en mi libro La Biblia, Divino Proyecto del Mundo.

Es la esfera del mundo en desarrollo. Hay sucesión, cálculo y pensamiento (la misma palabra en hebreo). Pueden construirse teorías lógicas y causales, es decir, puede planificarse. Por su pensamiento, el ser humano llega a veces a la conclusión de que puede situarse por encima de los acontecimientos, que tiene todo en su mano. Y esas precisamente, son las palabras de la serpiente en el relato bíblico, en el “sueño”, en la “visión”, que el ser humano recibe como inspiración.

De la misma visión sabemos que en el ser humano existe también aquella otra esfera llamada “el árbol de la vida” es decir, “el árbol que es fruto y hace fruto” (palabras textuales del original hebreo). Hemos intentado traducir esas nociones como devenir en el caso del árbol del conocimiento, y como devenir y ser, en el árbol de la vida. Significa que las dos esferas del ser humano no son el devenir de un lado y el Ser eterno enfrente, sino más bien, el devenir de un lado y enfrente, devenir y ser eterno, en unidad.

Esa unidad, devenir y ser eterno, es el árbol de la vida; porque la vida es un ser y un devenir, en unidad.

Significa que el devenir en el tiempo y el espacio lleva contrapuesto un devenir en otra esfera. En la esfera superior. De la misma forma que la palabra “cielo” shamayim 300-40-10-40 en hebreo, es considerada una unidad de esh 1-300, fuego, y mayim 40-10-40, agua. Esa agua de arriba es contrapuesta al agua de abajo, como lo señala la revelación del así llamado “segundo día”.

Sabemos que la palabra agua en la visión, es el transcurrir del tiempo. Tiempo y espacio están unidos; significa que el agua de arriba contiene un tiempo y espacio “arriba”. El ser humano no solo experimenta tiempo y espacio “abajo”, sino que hay también crecimiento –sucesión, jerarquía, desarrollo– “arriba”. Solo que allí está unido con el Ser. El ser y el devenir, en esa otra esfera, están unidos. El árbol de la vida en hebreo, es el “árbol que es fruto y hace fruto” al mismo tiempo. El fruto terminado y el crecimiento del fruto en unidad. Inimaginable, aquí.

La calma en el Ser es esa calma perfecta únicamente, porque el devenir es parte del Ser. Todas las fases del devenir están unidas en el Ser, y están allí juntas y también una tras otra. El crecimiento y el fruto terminado, en la vida, están juntos. Pensemos también en el camino continuo de Jonás, como parte del Ser eterno. El Mesías, hijo de José, personifica ese continuo devenir. Y ese devenir constante es el secreto de todo ir y venir como se muestra en la vida: desde la respiración, hasta el nacimiento y la muerte, siempre, sin fin. El Ser no está sin el devenir, no existe separado del devenir.