La Oración

¿Sé yo qué es rezar? Es casi más fácil suponer lo que no es. ¿Rezo yo? ¿Cuándo? ¿Cómo? La pregunta es incómoda. Porque existe algo como una institución de la oración. Y en esa institución hay múltiples opiniones y cada cual parece saberlo mejor. Son señales de inseguridades y miedo.

¿Qué significan de verdad las palabras ‘’orar’’ y ‘’oración’’? Hablaremos de ello en su momento. Por ahora quisiera detenerme en las súplicas. Porque en general se pide algo, la salud o el pan de cada día – o lo que pueda entenderse bajo tal denominación – la recompensa por las buenas acciones, incluyendo muchas veces el castigo de aquellos que tienen otras intenciones.  En un sentido más amplio se pide por la paz, la tranquilidad, el éxito, y que lo hostil de la vida desaparezca. Y algunas veces se pide también por honores, riquezas y prestigio.

Estas súplicas se han convertido, tácitamente, en el auténtico sentido y contenido de las oraciones.

¿A quién nos dirigimos en la oración? A Dios, cierto, pero ¿qué es, quién es ese Dios para el devoto? ¿Y quiénes son los que se dirigen a Él? Quiero decir ¿quién soy yo? ¿Acaso lo sé? No puedo ni imaginármelo.

¿Soy acaso aquel ser humano mortal, un hecho bastante desagradable que estoy arrinconando de continuo? Es decir ¿soy aquel ser humano mortal que vive aquí en la sociedad durante un tiempo, juega un papel determinado y luego desaparece y queda en el olvido? Entonces las súplicas por salud, riquezas y honores serían bien comprensibles. Porque si hay que desaparecer por ley en una oscuridad temible, entonces, por favor ¡un poquito de saludo, honores y riquezas aquí! Porque no parece que el Dios al que me dirijo pueda dar mucho más. Nos hemos conformado ya con una estancia estrecha y muy limitada aquí. Así que pedimos que se nos conceda una vida lo más cómoda posible. Y se está dispuesto con gusto a ayudar un poquito para llegar a buen puerto. Más aún, a adjudicar el éxito eventual a ese Dios al que nos hemos dirigido.